Part 3 Chapter Summaries (Sp)

Adapted by TC Rindfleisch from the Colección Obras Maestras edition of Doña Bárbara (2007).

Tercera Parte

Capítulo I. El espanto de la sabana

Sinopsis

De nuevo Balbino con su maldad habitual inicia la guerra entre los llaneros, siempre intentando sacar tajada por su cuenta. Se encomienda pues a Melquíades, El Brujeador aquel que había viajado en el primer capítulo de la primera parte con Santos en el bongo que había alquilado.

Con lo sucedido anteriormente todo El Miedo entendió que las conciliaciones con Altamira se habían roto. Y Balbino dijo a Melquíades que doña Bárbara creía que para perjudicar a Santos Luzardo quería volver a trasnochar caballos – que no era otra cosa que:

…sorprender las yeguadas dormidas al raso de la sabana y perseguirlas durante la noche y a veces durante días y noches consecutivos, de manera que se encaminasen hacia un corral falso, disimulado al efecto entre el monte.

Se dirigió a Rincón Hondo y a poco de llegar encontró la yeguada, que le había dicho Balbino que doña Bárbara sabía que existía. Melquíades nada creyó, sabía desde el primer momento que todo era invención de Balbino con quien nunca había congeniado. Pero como que llevaba tiempo intranquilo por su falta de trabajo, incluso había pensado en irse de El Miedo, toda la aquiescencia que sentía por doña Bárbara, aceptó el encargo del mayordomo, pero con la condición que no quería mayordomear.

Hizo su trabajo en una noche y pudo entrar todo el hatajo en el falso corral, pero el que no cayó en la trampa fue Cabos Negros que era el padrote de la yeguada:

…vio al padrote – Cabos Negros – en el extrema opuesto del rincón de la sabana con el cuello erguido, mirándolo desafiador.

Nos cuenta el relato muchas cosas ajenas a la trama de la obra, con referencia a las virtudes de los padrotes. Pronto Cabos Negros adquirió la jefatura de otro hatajo, después de derrotar a su padrote y se puso al frente de la nueva yeguada. Cuando la divisó Melquíades la intentó conducir hacia el corral falso y después de muchas noches no lo consiguió:

…se dio cuenta de que el padrote era el Cabos Negros, que ya se había bellaqueado. Era la primera vez que a El Brujeador lo engañaba un caballo.

Doña Bárbara se le enfrentó por este desliz y no pudo menos que recordarle:

…esto nos sucede desde que en Altamira hay un hombre que no teme a los espantos de la sabana.

A esta alusión tan directa se sintió ofendido Melquíades Gamarra y quiso dejar bien sentada su respuesta:

– Cuando usted quiera convencerse de que no le tengo miedo a otro hombre, no tiene más que decirme: Tráigamelo, vivo o muerto.

Comentario

Aquel motivo, como de amor regenerado que sentía doña Bárbara, empezaba a convertirse en odio desde el momento en que apareció en su presencia su hija Marisela y que fue salvada por la orden de Santos. Podemos observar que aquello fue el principio del fin. Que a partir de aquel momento se desencadenó una guerra, si se quiere fría, pero de lleno en el berenjenal de una batalla casi cruenta.

Y solo faltaban las palabras y los hechos, con sus consecuencias, de Melquíades para llevar a un estado especial a doña Bárbara:

…se quedó pensativa, como si tratara de hacerle sitio a un nuevo designio dentro de sus tempestuosos sentimientos.

Capítulo II. Las tolvaneras

Sinopsis

También en Altamira había hecho acto de presencia la situación creada por la medida de Santos. Marisela, después de decirle a éste sus ideas no quiso verle más ya que ella era solamente la hija de La Dañera. Era muy deprimida y confundida y sólo salía de la habitación cuando no estaba Santos en la casa. Así llevaban ya algunos días, cuando la producción de plumas había sido magnifica y daba para hacer la prevista empalizada que separara El Miedo con Altamira.

Con las dos arrobas de plumas, mandaron a Carmelito y su hermano a la capital del distrito a cambiarlo por espino para poder alzar la valla. Los que volvieron fueron dos guardias de Ño Pernalete trayendo el caballo de Carmelito arrebiatado y una noticia desagradable de que han encontrado a un cuerpo en el hato de El Totumo que «no se le pudo reconocer, porque ya estaba corrompido y medio comido por los zamuros». El hierro de la bestia indicó que era de Altamira.

Les preguntaron por las plumas de garza y por el compañero del amo de la bestia que devolvían:

– ¿que se había hecho de ellas?

…Los mensajeros se miraron las caras… «Por allá no se sabe que el difunto fuera acompañado ni que llevara nada de robar.»

Decidieron que Santos iría a la capital para averiguar qué había pasado. Cuando Luzardo salió, Marisela y su padre volvieron a su finca, ella donde no había de haber salido por su condición de hija de La Dañera y el por su afición a la bebida, situación que siempre le resolvía míster Danger.

Cuando Marisela ya había devuelto la libertad a Catira, la potranca que le había regalado Carmelito, y se iba a descansar a su viejo aposento, se dio cuenta del error, toda vez, que nada se parecía a Altamira. Ninguna comodidad, nada de comer, ningún privilegio, volver a vagar en la inmundicia, y lo que era peor, su padre. Ya se había ido a ver a míster Danger para volver a renacer en su vicio del alcohol. Se acababa su libertad, éste la perseguiría y se la haría suya por propiedad.

Todo se habría terminado. Ni los derechos de su madre le pertenecían ya que su padre cuando la censó en la partida de registro civil no puso quien era la madre. Por esta parte tampoco sería nunca nada. Quiso evitar que su padre fuera a ver a míster Danger, pero hasta en esto llegó tarde:

¡Ya las tolvaneras se habían llevado todas las esperanzas!

Comentario

La tragedia la escribió Rómulo Gallegos. La muerte de Carmelito, la huida de Marisela y una nueva presencia de Ño Pernalete para pedirle cuentas del robo y muerte a su peón de confianza, Carmelito. Todo un presagio de malas noticias que nadie podría enderezar.

En los próximos capítulos se irán desvaneciendo irremediablemente las esperanzas que las malas trombas de las tolvaneras anunciaban. Todo lo aprovechó la salida de Altamira de Santos Luzardo, para encontrar justicia donde seguramente no la hallaría.

El dramatismo que acecha constantemente al llanero, se descalabra por caminos irremediables. Aupados por la maldad, la avaricia y el destino incierto que describe la vida, a veces sin fundamento, de los hombres sin la bandera de la libertad y todos miembros de la insumisión, faltos totalmente de la solidaridad y presos por la globalización.

Capítulo III. Ño Pernalete y otras calamidades

Sinopsis

Así que Santos Luzardo llega a la capital del distrito se encuentra con Mujiquita en su tasca de aguardientes. Se saludan y éste le pregunta ¿qué le trae por aquí? empezando Santos a desesperarse porque entiende que el juez – ahora ya no es secretario, sino eso – tiene que confesarle que allí no vale otra cosa que lo que dispone Ño Pernalete. Al recibirse un circular de Presidencia, en lo que se ordenaba que se dispusiera de forma que no ocurrieran más asesinatos en la región, el general le contestó que allí solo habían muertes naturales y así pasó con la defunción de Carmelito. La desazón de Luzardo se desató y Mujiquita le dijo que le dejara ir a hablar con el general. Cuando volvió le dijo que había decidido que se fuera tranquilo, que se haría justicia y que dentro de pocos días se le diría el resultado de la muerte, mejor dicho de los dos traspasos – Carmelito y su hermano Rafael – y de la desaparición de veinte mil pesos que valían las plumas de garza que transportaban.

Estaban de acuerdo Mujiquita y Ño Pernalete, que iba a ser difícil de resolver este asunto ya que doña Bárbara desde El Miedo lo dominaba todo, pues era amiga del Presidente y éste la debía muchos favores. Por otro lado, Santos Luzardo, el doctorcillo como le decía el coronel, siempre amenazaba con ir más arriba y esto Ño Pernalete no lo puede consentir:

– ¿Hasta cuándo será usted pendejo, Mujiquita? ¿No se le ocurre que si nos ponemos a jurungar, nos vamos a encontrar con la mano de doña Bárbara?

Comentario

Queda claro que en lo de los dos muertes de Altamira y la desaparición de las plumas de garza, está la mano de doña Bárbara en todo su abasto. No hay duda. La venganza siempre es el destino primordial de esa malvada mujer. El desprecio de su hija y la actuación de Santos Luzardo tienen mucho que ver en estas dos muertes.

Es el objeto que se usa en la superchería. Provocación por superior venganza. Insulto por muerte. Es la sentencia que ni el pobre diablo se hubiera atrevido a realizar. Pero para doña Bárbara y el séquito de la gente, adicta a ella más por terror y dinero que por atención a ella misma, tenía mucho que decir en este asunto de Carmelito y su hermano Rafael.

Capítulo IV. Opuestos rumbos buscaban

Sinopsis

En El Miedo, todo se sabe. Doña Bárbara conoce las muertes de Carmelito y su hermano por uno de los guardias que llevó la noticia a Santos – después, por orden expresa de Ño Pernalete, se la llevó a la Bruja.

Se visitan, después de algunos días sin verse, la dueña de El Miedo con su mayordomo y amante, Balbino Paiba. Los dos, después de dialogar largo rato, llegan a conclusiones distintas, él que vuelve a ser el jefe y ella que el bribón que ha matado a los dos hermanos es él. Pensaba doña Bárbara «Ya éste no verá el hoyo donde va a caer» mientras Balbino Paiba se quedó haciéndose estas reflexiones jactanciosas:

…Yo hice muy bien las cosas: de Rafaelito no quedó ni rastro, porque lo que no le gustó al caimán le gustó a la caribera del Chenchenal, y ahora él es quien va a cargar con la muerte del hermano y con el robo de las plumas. Mientras tanto, ahí bajo la tierra están seguras…

Pocos días después de estas confidencias iban doña Bárbara y Balbino cabalgando por la sabana, cuando ella divisó a lo lejos a Luzardo, dio orden a Balbino que les esperara y se fue a su encuentro. Le habla de los dos peones muertos, ella le dice que lo siente y se irá a la justicia para reclamar. Santos le contestó, despectivamente, que la justicia en aquellos parajes no sirve para nada y que él ha decidido tomar otro camino:

…Y espoleando el caballo prosiguió su marcha, dejándola plantada en medio de la sabana.

Comentario

A través de la lectura de estos capítulos se van conociendo todos los aconteceres. Ya sabemos quién es el asesino. También quien pretende beneficiarse de ello. La amenaza se cierne sobre Balbino. No creemos que llegue a beneficiarse de la venta de las plumas de garza que tiene escondidas bajo tierra. Y el peso de las dos muertes cayéndole sobre sus espaldas.

Capítulo V. La hora del hombre

Sinopsis

Ha llegado a Altamira un cambio rotundo que puede ser fatal o un bien para el destino de los llanos y sus llaneros:

En el Llano, el hombre debe saber hacer todo lo que hace el hombre.

Y así lo ha entendido Santos Luzardo por su conversación con Mujiquita y Ño Pernalete. No hay otra justicia que la que hace uno mismo.

Después del desplante a doña Bárbara se dirige a Macanillal, coge desprevenidos a los dos hermanos Mondragon sobrevivientes, hiere a uno en un muslo y se los lleva secuestrados a Altamira, después de haberles hecho prender fuego a la cabaña.

No se deja curar la herida, por bravuconería, el que tenía la bala en la pierna y atándolos codo a codo se los llevan Pajarote y María Nieves para cumplir los castigos que la autoridad de los barineses les impuso y que huyendo no habían cumplido.

Se entera Santos de la huida de Marisela y su padre y que Antonio no pudo evitar, por ello responde:

– Es lo mejor que ha podido ocurrírsele – dijo Santos –. Ahora estamos en otro camino.

Ordena que al amanecer del día siguiente se empiece a levantar la palizada de Corozalito, que míster Danger venía paralizando. Esto no era otra cosa que poner en liza el ardid que le había aconsejado Ño Pernalete.

Entre su peonada algunos discrepan de la decisión de tomarse la justicia por su mano por lo que pueda llegar a acontecer y en cambio el resto creen que ya iba siendo hora de que estas acciones se realizaran:

Era el comienzo del buen cacicazgo. La hora del hombre bien aprovechada.

Comentario

La sed de venganza y el intento, como fuera de implantar la justicia o lo que Santos Luzardo creerá que es su justicia, se ha empezado a planear por los atajos del Llano. Ya empiezan a temblar en las noches sin brisas ni vientos, las velas que iluminan las estancias. Las sombras se reparten tumultuosas. Nadie sabe qué pasará mañana. Como se ha dicho, el drama está servido y la tragedia se agolpa en las alas de sus aves y los lomos de sus toros.

Como decía alguien, ha empezado la guerra. Lo que nadie sabe es con cuantas batallas finalizará. Como siempre, se sabe cuándo empieza pero nunca se conoce como y de qué manera acabará.

Capítulo VI. El inefable hallazgo

Sinopsis

Sucede todo en la vieja cabaña de Marisela. Primero se presenta el bobo Primito. Ella lo observa espiando, hace que se acerque y le da órdenes que vaya a ver a doña Bárbara y que le diga que necesita dinero para irse para siempre de aquellos andurriales. Él cumple el encargo y vuelve con quince monedas de oro que Bárbara le ha dado para perder de vista a su hija y sacarse de encima una competidora en los amores de Santos Luzardo.

Las deja sobre la mesa y en eso retorna míster Danger. Cuando ve que el padre está más borracho que una propia cuba, le hace firmar un papel. Como no puede hacerlo mismo, le acompaña con su mano y terminan la signatura los dos. La lee en voz alta:

– Por el presente declaro que he vendido al señor Guillermo Danger a mi hija Marisela por cinco botellas de brandy.

Se exaspera Marisela al escuchar la lectura del papel y se abalanza encima del bribón extranjero sacudiéndole golpe tras golpe, aunque ninguno de ellos no hace más que hacer reír al malvado. Ella agotada, descansa, cosa que aprovecha el hombre para zarandearla. El padre, borracho, entiende entre sus tinieblas que algo le pasa a su hija por sus gritos y le lanza un pedazo de machete a míster Danger que encuentra a mano. Danger deja a Marisela en el suelo de un tremendo manotazo y después de insultar a ambos, se marcha del lugar sin dejar de recordar su propiedad de finca y de mujer.

Al poco rato, mientras la muchacha se recompone del susto se presenta Antonio Sandoval. Ella lo recibe con alegría y como el padre se ha dormido, propone de salir fuera para que concilie el sueño.

Hablan de la falta que está haciendo en Altamira su presencia. Le recomienda que vuelva, no solo por la hacienda, sino porque intuye que Santos Luzardo se está convirtiendo en un vulgar matón, que todo lo arregla a golpes y muertes si hace falta, que con su presencia no se hubiera atrevido a levantar la empalizada frente a los dominios de Danger y que cada día los problemas son mayores. Él dice estar seguro que es porque ella no está presente en la hacienda de aquel hombre.

Ella contesta que no puede hacerlo porque quiere llevar a su padre a San Fernando, para ver si hay médicos que lo sanen. Le pregunta Antonio si quiere que le pida dinero a Santos y ella le dice que ya lo ha pedido a quien debía dárselo.

Antonio se compromete a dejarle caballos y todo lo preciso para el viaje, pero cree que don Lorenzo no resistirá un viaje tan largo por la sabana. Le sugiere que se marchen en un bongo que llegará pronto, él hará todas las gestiones:

– …deje eso de mi cuenta. (…) Creo que viene en lastre y en él pueden irse hasta San Fernando.

Comentario

Se recompone con facilidad Marisela ante los problemas que se le avecinan por su testarudez. Todo son situaciones graves para ella. Tanto su madre, como su padre, como el mismo Santos, que ha ido a recogerla como ella tenía esperanzas de que así sucediera. Tampoco puede olvidar los que le creará en todo momento míster Danger.

Pero ella siempre tiene amigos que la protegen. Es el caso de Antonio Sandoval. Es un hombre nada interesado, ni económicamente, ni entremetiéndose en asuntos ajenos al trabajo, que hace con lealtad y hasta fin.

Pero de momento ella ve su libertad o en la pulpería que le ofrece Primito comprarle con las monedas, o en el viaje para abandonar de una vez aquellos lugares tan aciagos para ella.

Capítulo VII. El inescrutable designio

Sinopsis

Una nueva estratagema siniestra se le ha ocurrido a doña Bárbara. Después de despreciar la presencia de Balbino, envía a Juan Primito con el encargo a Santos Luzardo:

– Que esa noche, a la salida de la luna, estará esperándolo en Rincón Hondo una persona que tiene que decirle algo a propósito del crimen de El Totumo. Que si usted se atreve vaya solo a oír lo que le dirá.

Primito volvió con la aceptación por parte de Santos de acudir a la cita nocturna. Doña Bárbara llamó seguidamente a Melquíades recordándole su célebre frase: «tráigamelo, vivo o muerto». Se lo recordó y él aceptó el encargo, iría a Rincón Hondo.

Comentario

¿Que pretende doña Bárbara? ¿Cuál es la finalidad de esta entrevista? ¿Procurar el último intento de acercamiento con Santos o bien servir una venganza por sus desplantes y que Melquíades lo deje preparado para su último viaje?

Dicen las malas lenguas de la literatura, que siempre se debe esperar a que el autor resuelva los problemas que él mismo crea y no adelantarse a los acontecimientos. Por lo tanto esperemos que Rómulo Gallegos nos revele, de su propia mano, la solución.

Capítulo VIII. La gloria roja

Sinopsis

…Y avanzó solo con el trágico arrebiate. Solo y convertido en otro hombre.

Así termina el capítulo, por eso empezamos nosotros con su final. Para tranquilizar al lector, Santos Luzardo no ha muerto en esta nueva triquiñuela para exterminarlo. El que sí ha pasado a mejor vida ha sido Melquíades.

Al llegar al lugar de la cita – Rincón Hondo – con cierto adelanto por previsión, se encontró con Pajarote. Santos le riño por su presencia pero Pajarote le dijo que en aquellos momentos no era su peón, sino el hombre que creía que debía defender la insensatez de su amo, al presentarse solo ante todos los peligros que la cita de los malvados pretendía.

Accedió por fin a tener su compañía, se situaron en el lugar oportuno, escogido por Pajarote para evitar sorpresas. Al poco llegó el Brujeador, se puso Santos frente a él y en cuanto vio la acción de Melquíades de dispararle, él se le adelantó y con un solo disparo lo dejó fuera de la cabalgadura y camino del otro mundo. El disparo del Brujeador no hizo diana. Por lo menos la que él pretendía.

Entre Pajarote y Santos decidieron llevar el difunto Melquíades, en su propio caballo, para entregárselo a doña Bárbara. Se pusieron de viaje por un atajo que descubrió el propio Pajarote, mientras a Santos, el hecho de haber empezado una cadena de sucesos con la muerte lo llenó de zozobra:

¿…sus sueños de existencia civilizada se habían esfumado, y se había convertido en el caudillo de la llanura para reprimir el bárbaro señorío de los caciques, y no era con el brazo armada y la gloria roja de la hazaña sangrienta como tenía que luchar con ellos para exterminarlos? (…) Ahora no podía revolverse…

Comentario

Poco podemos añadir – ante la sangre y la muerte pocos comentarios podemos hacer. Santos Luzardo sabía, desde el mismo instante que decide quedarse en el hato y por lo tanto a defenderse y a socorrer a su gente, que llegaría este momento, su capacidad intelectiva no podía prever otra circunstancia.

No se puede soñar en establecer la civilización donde no la hay, ni evitar que quienes están allí no defiendan sus principios con malas artes, con mala fe, con barbarie. El egoísmo pasa por encima de todas las virtudes y pecados humanos.

Para enfrentarse a ellos, que con la corrupción y la insolidaridad hacen sus apaños, solo existe una manera, es necesario para vencerlos sobrepasar su altura. De lo contrario lo mejor para Santos Luzardo era quedarse en Caracas ejerciendo su carrera.

No podía quedarse en Altamira para santificarse. Era tarea imposible hacerlo así. Y esta noche de luna ha matado por primera vez en su vida.

Capítulo IX. Los retozos de míster Danger

Sinopsis

Balbino hace una visita, no precisamente de cortesía, a míster Danger. Como ve que las cosas se complican quiere desaparecer de Venezuela y trasladarse con las ganancias de las plumas de garza a la frontera con Colombia. De esta manera podría salvar el pellejo que está intuyendo que peligra.

Se saludan, beben, se hacen bromas y Balbino le empieza a preguntar si quiere comprar cuarenta piezas de ganado que tiene, ya que quiere irse. Danger observa unos movimientos raros de sus perros y se acerca a ver qué sucede. Encuentra escondido tras de un árbol a Juan Primito y piensa que lo han mandado a espiar a Balbino.

No le dijo nada y él siguió en su puesto de espionaje. Míster Danger continuó el interrumpido diálogo con el mayordomo objetando que no comprara becerros que no estuvieran bien marcados. Paiba, que siempre esquilma bienes de otras personas, le aseguró que lo suyo siempre era bueno y legal.

Danger dando un giro le hizo ver un corotico de chimó, que dijo haber encontrado en un campo del chaparral de El Totumo, lugar del asesinato de Carmelito y su hermano Rafael. Balbino se sobresaltó ya que efectivamente aquel corotico era de él.

Pero Guillermo Danger dio un nuevo dato, «no se asuste hombre, que no fue en El Totumo donde lo encontré ni tampoco al pie del paraguatán de La Matica,» aludiendo así donde se sabía que Balbino había enterrado las plumas que le robó a Carmelito.

Todo lo hace para que lo oiga el Primito y vaya con el cuento rápidamente a doña Bárbara. Para finalizar la molesta visita le dice, «mira Balbino nada de usted me interesa, yo no quiero complicaciones con nadie, por lo tanto ya puede irse por donde ha venido» y le despide con una «hasta siempre». Una vez fuera Balbino:

… le echó la pierna al caballo y cogió el camino del sitio de La Matica, diciéndose mentalmente:

– Ahora si que no hay tiempo que perder. Ya voy a estar desenterrando mis plumas, y ¡ojos que te vieron, paloma turca! Viajando de noche y escondiéndome de día en las matas, antes de que puedan ponérseme sobre las huellas, ya habré pasado la raya de Colombia.

Comentario

Balbino será muy mayordomo pero ante todo es bobo perdido. Se descubre el mismo por su bajeza de ideas y por su peregrina manera de exponer las situaciones. También Rómulo Gallegos escoge las maneras más pintorescas para acelerar los acontecimientos y en esta ocasión ha querido dejar bien descubierto todo el plan en que se había ejercitado el pobre mayordomo. Tiene que huir a marchas forzadas, ya veremos en capítulos siguientes si tiene tiempo…

Capítulo X. Entregando las obras

Sinopsis

Doña Bárbara está inquieta porque ha oído los disparos que se habían perpetrado en Rincón Hondo mientras salía del corredor para dirigirse a la sabana en espera de que llegara el Brujeador. Llega Primito ahogado por la falta de aire y por la carrera para llegar pronto con la noticia y le espeta:

– En La Matica, al pie del paraguatán, están enterradas las plumas.

Al mismo tiempo se oyen los pasos de unos caballos, Bárbara llama a Melquíades y oye que es Santos Luzardo quien responde en su lugar. Se acercó hasta él pudiendo comprobar que su compinche había muerto. Reaccionando pronto de su sorpresa le dice a Luzardo:

– Ya sabía que usted vendría a traerlo

Acababa Santos al fin de comprender su designio. Aquella bruja le había hecho servir de asesino para tenerlo a su albedrío. Dejó el caballo con el cadáver atravesado en su silla y se marchó sin decirle ni una sola palabra.

Sabía Santos Luzardo que había entrado en la conjunción del asesino. Que aquella maldita mujer había preparado lo del Rincón Hondo para que él le diese muerte. Lo había convertido a Santos en un hazmerreír del llano y en su instrumento. Virtual y moralmente él pertenecía ya a la gavilla de asesinos de la cacique del Arauca.

El caballo se dirigió por sí mismo a la cuadra mientras Juan Primito, que lo había observado todo, recibió la orden tajantemente dura de doña Bárbara:

– Tú no has visto nada. ¿Sabes? Vete de aquí inmediatamente y cuidado como se te ocurra hablar de lo que has visto.

Con ruidos poco comunes se despertaron todos los peones de El Miedo y acudieron a saber qué pasaba. Cada uno hacía su observación y por fin doña Bárbara preguntó por Balbino. Lo buscaron con la mirada sabiendo que nunca estaba entre ellos pero se les ocurrió preguntar:

– ¿Habrá sido Balbino?

A la doña le resolvió los problemas su propia gente y mandó con su autoridad acostumbrada, que nadie dudara en cumplir sus órdenes:

– En La Matica, al pie del paraguatán, están enterradas las plumas de garza del doctor Luzardo. Allí debe estar Balbino, desenterrándolas. Anden de allá, ligero. Llévense dos wínchesteres y… tráiganme las plumas. ¿Comprenden?

Se oyeron disparos de wínchesteres y de pistola pero los últimos en hablar fueron los rifles. Había caído el pérfido Balbino Paiba.

Comentario

Démonos cuenta en una sola noche los personajes que se han movido e incluso los que han muerto. ¿Consecuencias? Pues que se van cerrando las excusas y cada vez quedan menos personajes para el desarrollo final que se avecina, sólo quedan cinco capítulos y queda aún mucha tela que cortar.

De momento, el autor ha conseguido que Santos no sepa otra cosa que lo que le ha de desesperar y doña Bárbara, con toda la mala intención del mundo, hace recaer las culpas de la muerte de Melquíades en Balbino al que hace matar, basándose en los tiros de wínchesteres.

Sólo queda un testigo de la verdad, el tontuelo de Juan Primito.

Capítulo XI. Luz en la caverna

Sinopsis

Corren dos caballos por la nocturna sabana, cuando Pajarote, uno de los jinetes, le dice a Santos, el otro:

– ¿Luz a estas horas en casa de don Lorenzo? Algo debe de estar pasando allá.

Santos, que no iba pensando en otra cosa que en lo sucedido en El Miedo, no se había fijado que del palmar de La Chusmita salían luces.

Encaminaron sus cabalgaduras hacia el lugar y al entrar Santos encontró a Marisela acariciando los cabellos de Lorenzo. Ella le dice que se acababa de morir. Se echó en brazos de Santos, llorando sin cesar y él la abrazó fuertemente. No paraba de decir, que el tremedal se lo había tragado. Entonces Luzardo le dijo al oído, «a mí también»:

…Esta noche he dado muerte a un hombre.

Ella le contesta que no puede ser pero Santos continúa asintiendo. Pregunta ella como fue y Luzardo se le explica. Cuando aún no ha terminado de narrar los sucesos, Marisela le dice fuertemente:

– ¿No ves como no era posible? Si la cosa sucedió como la cuentas, fue Pajarote quien lo mató al Brujeador. ¿No dices que el Brujeador te quedaba a la derecha, cara a cara contigo y que la herida fue en la sien izquierda? Pues por ese lado no podía herirlo sino Pajarote…

Y al fin Santos:

Aceptó el don de paz y dio, en cambio, una palabra de amor.

Y aquella noche, también para Marisela bajó la luz al fondo de la caverna.

Comentario

Por fin, y ante los designios de la muerte, se abren las luces del amor. En ambas quedan limpios todos los proyectos que en su carrera contra la Dañera se habían olvidado. Somos nosotros quienes hacemos mención de esta bribona redomada. El autor tiene mucho cuidado en este onceavo capítulo de no hacerla salir por ningún lado. Ni ante la muerte de Lorenzo, el padre que amagaba todos sus defectos ante el alcohol, ni frente a aquella muerte, de la que se había responsabilizado Santos. La inteligencia despierta de Marisela le hizo comprender que no había sido él.

De momento, en este relato, se abre de una vez el amor en el corazón de Santos y la negra luz de las cavernas se queda enterrada entre sus simas, en lo que se refiere a Marisela.

Capítulo XII. Los puntos sobre las haches

Sinopsis

La perplejidad estableció la manera de entender los hechos. Se sucedieron en pocos minutos, a la llegada del mocho Encarnación a Altamira, el cual venía de San Fernando con la intención de descansar y al propio tiempo, entregarle al doctor Santos una misiva que le había dado el juez Mujiquita:

«Ayer se presentó por aquí doña Bárbara con las dos arrobas de plumas de garza que te fueron robadas en El Totumo y declaró lo siguiente: que habiendo caído en sospechas de que el autor del crimen fuera un tal Balbino Paiba, mayordomo de Altamira, al cual despediste a tu llegada a ésa, ordenó a varios de sus peones que lo vigilaran; que dos de éstos, cumpliendo aquella orden, lo siguieron hasta el sitio denominado de La Matica y allí lo sorprendieron infraganti desenterrando un cajón que resultó contener las plumas de referencia; que lo intimaron se diera preso, y como hiciera armas contra ellos, dispararon sobre él y le dieron muerte, en seguida de lo cual, ella se puso en camino para ésta, con el cuerpo del delito y a dar cuenta a la autoridad de lo sucedido, así como también de la muerte de Melquíades Gamarra (a) el Brujeador, asesinado por el mencionado Paiba, pocos momentos antes del suceso de La Matica y a causa de la misma vigilancia a que más arriba hago mención.»

También le comunica, que las plumas doña Bárbara las entregó a un comerciante de San Fernando, quien vendería el artículo, y que cuando volviera a El Miedo le haría llegar el importe de la venta.

Ya se han puesto los puntos sobre las haches como decía Ño Pernalete quien también aprovechó la nota del juez Mujiquita para hacerle llegar unos recados.

Santos no se acababa de creer lo que había leído. El Pajarote, que no se había movido de su lado, le dijo que en la vida todo tenía siempre solución y en especial en los llanos.

Santos protestó y dijo que iría a ver al juez, el que había estudiado con él, y que le haría rectificar aquella sarta de mentiras. Expusieron ambos sus puntos de vista y después de las alegaciones de Santos, Pajarote expuso las suyas. Por fin le convenció, todo había sido obra de Dios que es el que sabe resolver los problemas:

A pesar de la gravedad del asunto, Santos no pudo menos que sonreír: Al dios de Pajarote, como al amigo del cuento de Ño Pernalete, no le producían escrúpulos los puntos sobre las haches.

Comentario

Muy amigo es de los refranes, a través de toda la obra, Rómulo Gallegos. Nosotros le añadiremos uno nuevo, «no hay mal que por bien no venga,» y en esta ocasión viene que ni pintado.

A pesar de todos los disparates que acontecen, no puedes menos que sonreír ante cada suceso. La ironía que usa el autor, puesta en los labios o acciones de sus personajes, es todo un ejercicio de bien decir y mejor escribir.

Nos quedan sólo tres capítulos y aún no vemos muy claro el desenlace. Esperemos que también el autor nos deleite con su finura grotesca y que venza ante el despotismo de alguno de los personajes que aún nos quedan.

Capítulo XIII. La hija de los ríos

Sinopsis

Nos encontramos a doña Bárbara en San Fernando. Parecía que los picapleitos se frotaban las manos esperando que algún trabajo, de los de costumbre de la bribona de El Miedo, les llegara a las manos. Pronto se desvanecieron las previsiones, no iba a haber pleitos.

En la terraza del hotel descansaba doña Bárbara en una mecedora mientras le llegaban las brisas del río, que pasaba a cien metros de donde reposaba. Sin escuchar los comentarios que se hacían sobre su persona, su mente iba de río en río a lomos de los cuales había navegado en su juventud. El Orinoco, el Atabapo y el Guainía – el primero amarillo, rojo el segundo y negro el último.

Y mientras, llegaba a su mente la imagen de Asdrúbal, el verdadero y gran amor de su vida y el que la envidia de los hombres le arrebató en flor. Allí y en aquel momento hace muchos años ella había dejado de soñar y se había convertido en la devoradora de hombres.

Comentario

Largos párrafos de ensueño y casi poéticos, que llenan de letras nada amargas, seguramente por primera vez, la obra, al exponer los sentimientos de aquella mujer que aún no se sabe porque ha sufrido esta metamorfosis. Quizás habrá alguna sorpresa, pero de momento toda camina por los senderos del romanticismo.

Capítulo XIV. La estrella en la mira

Sinopsis

Regresó a El Miedo doña Bárbara con todo decidido. Entregaría la cesión de todo lo que había robado a Santos Luzardo, en una carta que había escrito en San Fernando y miraría que el amor volviera a renacer entre Luzardo y ella. No habría distancias de edad ni de riquezas que los separaran, ella quería el descanso que ya le pertenecía, quería dedicarse íntegra a aquel amor que por ser hija de los ríos le calaba hondamente.

Se lo encontró El Miedo todo vacío, sin hombres, sin peones, sola. Ante la presencia de Primito le preguntó que sucedía y Juan le contestó:

– «Se escabulleron todos», respondió el bobo, sin atreverse a acercársele, temeroso del arrebato de cólera que sus palabras iban a provocar. «Dijeron que no querían servirle más a usted, porque ya usted y que no es la misma de antes, y el día menos pensado los iba a ir entregando, atados codo con codo»…

Los ojos de doña Bárbara relampaguearon coléricos por la situación, y para evitar males mayores, el bobalicón de Primito le preguntó, si sabía que había muerto Lorenzo Barquero, a lo que la mujerona contestó que ya era hora. Preguntó por la hija y Primito le contestó:

– ¿La niña Marisela? Otra vuelta en Altamira. Se la llevó el doctor para su casa, y según he oído decir, se va a casar con ella en estos mismos días.

Doña Bárbara hasta aquellos momentos un tanto alegre por los últimos acontecimientos, aunque siempre en las dudas, se sintió ultrajada en sus sueños y en un arrebato de claros celos volvió a montar a caballo y se dirigió a Altamira.

Juan Primito se quedó petrificado y sin aliento al ver salir a su ama a todo trote. Mientras galopaba, su voz interior le dictaba la sentencia:

– ¿Quiere decir que he perdido el tiempo al entregar mis obras? Pues las recojo otra vez, y con ellas, ¡hasta la tumba! Pero veremos quién triunfa. Todavía no ha nacido quien pueda arrebatarme lo que ya he dicho que me pertenecerá. ¡Primero muerta que derrotada!

Con su monólogo interior iba avanzando a toda velocidad hasta llegar a la misma casa de Santos. Tenía a su favor la oscuridad y sin descabalgar, se acercó en silencio observándolo todo hasta las mismas lindes del edificio. Desde la puerta del comedor delantero observó cómo Luzardo y Marisela, sentados junto a la mesa y muy juntos, se miraban con el amor, por sublime antifaz, en lo más profundo de su corazón.

Cuando los tuvo a los dos a tiro de pistola, extrajo el arma de la funda de la cañonera de la montura y apuntó al pecho de la hija, era un blanco perfecto:

– De pura luz de estrellas era la chispa que brillaba en la mira.

Pero bajó despacio el arma sin haberse atrevido a disparar. El hada de una estrella se interpuso entre los dos amantes y el gatillo del revólver.

Contempló durante un buen tiempo la felicidad de los dos muchachos y entró en funciones el amor maternal que nunca había sentido, le brotó desde lo más profundo de su ser:

– Es tuyo. Que te haga feliz.

Comentario

Por primera vez en su vida doña Bárbara se sintió madre con mucha más intensidad que amante. Se le pasó por la mente cuanto ella sintió cuando la miraba su Asdrúbal:

¡Por fin el amor de Asdrúbal, pura sombra errante a través del alma tenebrosa, se reposaba en un sentimiento noble!

Capítulo XV. Toda horizontes, toda caminos

Sinopsis

Liquidó a su gente con creces por si no encontraban faenas, no visitó a su Socio con el que antes tenía grandes conversaciones respecto a sus actos de brujería. Y recomendó a Juan Primito, su último espía, que se fuera a Altamira si lo querían dándole una carta para Santos Luzardo.

Horas más tarde míster Danger la vio pasar. Mal augurio para él. La saludó pero iba tan absorta que ni tan siquiera se volvió para devolverle su adiós.

Lo contemplaba todo y se despedía con la mirada, pero ni se enteraba. Contempló por última vez la lucha en el tremedal entre una res que luchaba en las aguas fangosas contra una culebra, por fin esta se la llevó al fondo de la charca. Era una victoria para el tremedal.

Las miserias corren de boca en boca. Parece como si las aves aterrorizadas que sobrevolaban gritando y aleteando sin cesar repartieran la noticia:

…ha desaparecido la cacica de Arauca.

La carta que había dejado a Primito para Luzardo quien, cuando la leía, se conmovió:

– «No tengo más heredera sino mi hija Marisela, y así la reconozco por ésta, ante Dios y los hombres. Encárguese usted de arreglarle todos los asuntos de la herencia.»

Se hablaba de suicidio, y es posible que se dirigiera al tremedal y se fue al fondo con la res y la culebra. De todas maneras la verdad era que doña Bárbara había desaparecido:

– Pero como era cosa sabida que tenía mucho oro enterrado, y de esto nada decía la carta, y, además, en el cuarto de las brujerías se encontraron señales de desenterramientos, a la presunción de suicidio se opuso la de simple desaparición, y se habló mucho de aquel bongo que, navegando de noche, ya eran varias las personas que lo habían sentido pasar, Arauca abajo…

Otra posibilidad que unos preferían es que hubiera huido con Asdrúbal y que navegaban por todos los ríos de la región.

Incluso el mismo míster Danger se marchó, con el rifle a la espalda y su caballo al trote largo les gritó a los mozos que trabajaban en la cerca:

– No gasten tanto alambre en cercar los lambederitos. Díganle al doctor Luzardo que míster Danger se va también.

Y Rómulo Gallegos termina su doña Bárbara con una frase de respeto a los llaneros:

¡Llanura venezolana! ¡Propicia para el esfuerzo como lo fuera para la hazaña, tierra de horizontes abiertos donde una raza buena ama, sufre y espera!…

Comentario Último

Desgarrado grito de victoria y de paz cruje a lo ancho y largo de las sabanas. Desaparece el aletargado y temido nombre El Miedo, para volver a ser un todo, Altamira.

Es el fruto del triunfo del amor, de la justicia y de la sinceridad que se han unido con la verdad. Con estas armas, tarde o temprano, todo es solamente una visión perdida del miedo y del terror, en esta ocasión bajo el sufrimiento de la brujería y todas sus esquemáticas visiones. Son los laureles para las virtudes de la sinceridad y todas sus consecuencias por encima de la mentira y la sinrazón.

Todos los males cayeron encima de Altamira y de sus moradores. Los Barquero y los Luzardo casi destruyen su fe en la vida y en el trabajo pero sus descendientes Santos Luzardo y Marisela Barquero los supieron revitalizar, siempre por el camino sana que habían recorrido durante muchos años. Les bastó medirse con la mentira unas horas para emerger, derribando todo lo malo que mucha gente hace servir. Y doña Bárbara, a la que habían traumatizado en su adolescencia, pero que supo reivindicar su amor primerizo al fin.

¡Doña Bárbara! Gracias por haber salvado Altamira y todos sus gratos recuerdos.

Hoy que hace setenta y tres años – abril de 2002 – aún leemos con fruición esta magnífica novela que revela la fuerza de todos los sentimientos, los amigos, la solidaridad, la unión y en especial el amor.

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