Part 1 Chapter Summaries (Sp)

Adapted by TC Rindfleisch from the Colección Obras Maestras edition of Doña Bárbara (2007).

Primera Parte

Capítulo I. ¿Con quién vamos?

Sinopsis

Se inicia un viaje en un bongo a lo largo del río Arauca y su velocidad se centra como a dos bogas que:

…lo hacen avanzar mediante una lenta y penosa maniobra de galeotes.

Santos Luzardo un personaje que siguiendo el pensamiento del bragado bonguero lo ha cualificado como:

…un joven a quien la contextura vigorosa, sin ser atlética y las facciones enérgicas y expresivas préstanle gallardía casi altanera.

El otro pasajero – sólo van dos en el bongo – es un hombre que, nos cuenta el autor, es de «esos seres inquietantes de facciones asiáticas» que extenuado parece dormir fuera de la toldilla.

El primero es el que ha concertado el viaje hasta San Fernando y al que el patrón le ofrece parar para recomponer fuerzas bajo un árbol gigante, en un palodeagua. El otro insinúa que se estaría mejor en uno más lejano con el nombre de sesteadero del Bramador. El patrón le dice que el que paga manda y como el que ha alquilado el viaje es Luzardo, descansaran donde se ha decidido, en el palodeagua.

Dígame, patrón: ¿conoce usted a esa famosa doña Bárbara de quien tantas cosas se cuenta en Apure?

Por primera vez se habla de doña Bárbara y el bonguero le da unos consejos para que no se fíe del otro pasajero al que él ha dejado subir en el bongo. Puede ser El Brujeador, ni más ni menos que el brazo derecho de la temible doña Bárbara y ya que Luzardo tiene por destino Altamira, debe saber que es la zona donde esa brava, y al mismo tiempo malvada mujer, actúa.

Salieron del palodeagua una vez habían descansado lo suficiente y con un pasajero menos, el que dijo llamarse Melquíades que casi aceptó su aquiescencia con doña Bárbara. No mostró ningún deseo de pagar su trayecto y continuó el viaje a pie olvidándose del patrón, del bongo y de Santos Luzardo.

El bongo se posó sobre las aguas del Arauca y siguió su camino.

Comentario

Buen principio para ponemos en situación y empezar a conocer a doña Bárbara. En este capítulo solo sabemos de ella por los dimes y diretes de unos palanqueros que llevaban los remos del barco alquilado por Santos Luzardo.

Ya sabemos que doña Bárbara en principio y por lo que es la leyenda, sigue por el camino más bien del ultraje que de la verdad es:

…Esa es una mujer que ha fustaneado a muchos hombres y al que no trambuca con sus carantoñas lo compone con un bebedizo o se le amarra a las pretinas y hace con ello que se le antoje, porque también es faculta en brujerías.

Capítulo II. El descendiente del Cunavichero

Sinopsis

Aquí sabemos quién es Santos Luzardo. Es el hijo menor de José Luzardo y doña Asunción propietarios de media Altamira y cunavichero nativo. El hijo mayor se llama Félix. La otra mitad de esta enorme pradera altamirense pertenecía a otra Luzardo – Panchita – que se había casado con Sebastián Barquero. Tenían Panchita y Sebastián un hijo llamado Lorenzo.

El hato original, obra de don Evaristo Luzardo en años ya remotos, se ha hundido en discordia entre generaciones de herederos, hasta ser partido entre José y Panchita. A pesar de este acuerdo, ya disputaban los Luzardos y los Barqueros la línea divisoria entre sus hatos. José y Sebastián eran enemigos en todo, hasta que un día, José, en una de las sempiternas discusiones entre los dos, mandó al otro mundo a Sebastián.

Se propagó la onda trágica más lejos – fue cuando la guerra entre España y Estados Unidos. José tomó parte de la Madre Patria, fiel a su sangre, mientras Félix se entusiasmaba por los yanquis. Al fin riñeron el padre y el hijo, instigada por Panchita ya viuda por la mano de José. Amenazaron el uno al otro de muerte, y en un arrebato de ira mató José a su hijo Félix. Tan apenado se sentó José, al llegar a casa, delante de su escritorio que estaba repleta de recuerdos de antaño y allí hundió su lanza en la pared y murió por expresa voluntad de dejar de alimentarse a causa de su profundo remordimiento.

Su esposa, doña Asunción y su hijo Santos abandonaron la finca a un mayordomo y de sus rentas vivieron en Caracas, donde el menor de los Luzardos estudió derecho; recién terminada la carrera se le murió doña Asunción con estas palabras en sus labios:

Mientras puedas, no vendas Altamira.

Y así lo estaba haciendo, pero al morirse el mayordomo honrado y haberse puesto al frente de la otra mitad de Altamira doña Bárbara, aquello había perdido toda la grandeza que antaño tuviera. Cuando se propuso venderla no había compradores.

Al salirle uno no quiso vender hasta que este no la viera in situ y quedaron citados en la finca para a finales del mes en curso. Con los consejos del bonguero y la presencia de El Brujeador se decidió:

…lanzarse a la empresa con el ímpetu de los descendientes de El Cunavichero, hombres de una raza enérgica, pero también con los ideales del civilizado que fue lo que a aquellos les faltó.

Comentario

Poco se puede añadir a todo lo dicho por el propio autor. Nos encontramos ante la posibilidad de una nueva lucha para la posesión de unos llanos que en la primera fueron partidos y después casi destruidos. Ahora la lucha se prevé, con la inteligencia y la cultura lograda en la universidad, contra la barbarie y la brujería nacida de la ignorancia, de la falta de estudios y preparación, del soborno y el barbarismo siempre en la mano y en el corazón.

Capítulo III. La devoradora de hombres

Sinopsis

Conocemos a Barbarita con quince años y de cocinera en una piragua pirata que surca las aguas de un río en el que sus embarcaciones llevan de Ciudad Bolívar a Río Negro. Un día en Ciudad Bolívar embarca un joven «cara de hambre y ropas de mendigo» que el patrón empleó como cocinero substituto para la muchacha a cambio de llevarlo hasta Río Negro. Ambos se enamoran con tal desdicha, que este amor rompe el negocio que tiene el patrón con un sirio sádico y leproso, el cual antes de morir piensa en llenar su rancho de mujeres jóvenes y bonitas para poder transmitirles su mal. Es el homenaje a su odio y lujuria por haber sido escogido para morir de esta enfermedad.

Todos quieren beneficiarse de esta situación, el patrón hace que su segundo mate al enamorado cocinero, que la tripulación se rebele y asesinen a su dueño y al segundo piloto, y que al final mueran todos menos Barbarita y el viejo piloto, Eustaquio.

Éste la protege y la lleva a través de ríos y lagos a una tribu de indígenas y así aprendiendo ella por necesidad de autodefensa a:

…iniciarse en la tenebrosa sabiduría que profesan toda la caterva de brujos que cría la bárbara existencia de la indiada.

Entre los dotes de bruja a que accede y su belleza perturbadora, se convierte en una especialista de la maldad superándose constantemente hasta llegar a Altamira donde pone su mirada en Lorenzo Barquero dueño de la mitad de esos llanos. Resultado que ella se queda con la hacienda. Al estar la otra mitad abandonada, con sus encandiladas corrupciones y recorte de fronteras, se va convirtiendo en la absoluta dueña de todo Altamira.

Llegamos al final del capítulo donde Rómulo Gallegos nos describe así a aquella Barbarita, que hoy ya es doña Bárbara con cuarenta años y muy apetecible:

…Tal era la famosa doña Bárbara: lujuria y superstición, codicia y crueldad, y allá en el fondo del alma sombría, una pequeña cosa pura y dolorosa, el recuerdo de Asdrúbal, el amor frustrado que pudo hacerla buena.

Este Asdrúbal no es otro que el cocinero al que conoció en la piragua en la que solo sobrevivió Barbarita, con quince años, y el viejo lobo de los ríos Eustaquio.

Comentario

Ya a punto de empezar el cuarto capítulo e hilvanando todos los cabos de esta historia, empieza a abrirse todo el misterio a los cuatro vientos de sus páginas. Nos vamos impregnando de todo el valor costumbrista o quizás también naturalista de la obra, al propio tiempo que conocemos los secretos que cada uno de ellos adquiere y como se desvelan.

Capítulo IV. Uno solo y mil caminos distintos

Sinopsis

Llega el bongo en el que navega Santos Luzardo y al recalar en el hato de Altamira lo esperan algunos de sus hombres de confianza, el adicto luzardón Melesio, su hijo Antonio y un compañero y amigo de éste llamado Carmelito, junto a ocho nietas del viejo con sus risas y trajes nuevos.

Carmelito y Antonio no tenían demasiada confianza en que viniera a arreglar los problemas que pesaban sobre ellos y mucho menos, delante la actitud barbariana que había adoptado el mayordomo Balbino Paiba que hacía tiempo no presentaba las cuentas claras a Santos Luzardo.

El viejo contento, los dos jóvenes no confiados en que el señorito abogado resolviese la situación y las muchachas, la mayor solo tenía diecisiete años, contentas, alegres y algo turbadas por la presencia del caudillo de Altamira que:

…con la emoción, que lo reconciliaba con su tierra.

Comentario

Es un capítulo destinado de hecho a iniciar la situación de la familia Luzardo y su vinculación con doña Bárbara. Se compromete así su situación y el porqué de la presencia de Santos Luzardo en el hato de Altamira.

Aún los dos personajes no se han entrevistado y nada hace prever que será más tarde o más pronto, de momento se olfatea que se acercan momentos de enfrentamientos pero aún no se aclara como llegaran. Debemos esperar a ver como lo resuelve el autor.

Capítulo V. La lanza en el muro

Sinopsis

Capítulo corto que está promovido para que Santos Luzardo pueda comprobar que todo en el hato de Altamira sigue igual pero deteriorado. Maltrecha la habitación, donde su padre clavó en el muro la lanza con que había dado muerte a su hermano, estaba en el mismo sitio y tal como la dejó después del fallecimiento de don Félix, aún al arrancarla de su sitio Santos adivinó:

…Era como sangre la herrumbre que cubría la hoja de acero

Si pocos instantes antes de entrar en esa cámara que había estado cerrada trece años tenía bien decidido venderse Altamira, en cuanto entra en la sala donde murió su padre y después de arrancar la lanza de pared, le dice a Antonio que le acompaña, al tiempo que tira la lanza lejos de sí:

Dispón de lo necesario para que mañana se proceda a la reparación de la casa. Ya no venderé Altamira.

Comentario

Los recuerdos que se movían al impulso de los acontecimientos, estaban obligando a Santos a tomar decisiones contradictorias una tras de otra. Pero por fin la razón que quería imponerle Antonio se hace realidad cuando opta, en un momento decisivo, arreglar la casa para poderse instalar decentemente en el hato de Altamira.

No fue ni cuando Rómulo Gallegos intenta imponerle un paisaje impresionante a todo lo que concierne a la llegada del jefe, sino a todo su entorno:

…Se ocultó el sol, pero quedó largo rato suspendido sobre el horizonte el lento crepúsculo llanero, en una faja de arreboles sombríos cortados por la línea neta del disco de la llanura, mientras en el confín opuesto, al fondo de una transparente lontananza de tierras mudas comenzaba a levantarse la luna llena.

Ni ese espectacular y poético crepúsculo, con sus silencios arbitrarios, pudo tanto en su memoria como en que se convirtió la sangre del hermano en la hoja de acero de la lanza de su padre.

Capítulo VI. El recuerdo de Asdrúbal

Sinopsis

Un cambio de escenario al mismo tiempo que el traslado a la finca de doña Bárbara. Llega el que fue compañero de viaje, Melquíades el Brujeador, en el bongo a través del Arauca, y que después del desembarcadero del palodeagua continuó viaje a través de la sabana, hasta la finca de doña Bárbara. Encuentra a ésta en el comedor con su amante Balbino, el que a horas libres hacía de mayordomo de Santos Luzardo. Están los dos cenando coincidiendo en horario con el momento en que decide Santos no vender la finca ni las tierras.

En sus explicaciones de cómo es el doctor caraqueño, las opiniones son distintas en doña Bárbara que en Balbino, éste cuenta que mañana cuando vaya a Altamira lo despedazará con disgustos y desaires. A la mujer la explicación le recuerda su gran amor Asdrúbal, cocinero del que ella se enamoró perdidamente con sólo quince años y que él también supo manejar.

En un acto de brujería, sólo entendido por Melquíades, se lo cuenta todo a través de un vaso de agua que iba a posarse en los labios. Está cansado del viaje y le deja las monedas de oro, producto de la venta del ganado. Esto contraría a Balbino Paiba al ver que no le repasa las cuentas y en cambio a él le busca hasta la última migaja cuando hacen recuento de alguna recaudación:

…Balbino se manoteó los bigotes, no para limpiárselos, sino como maquinalmente hacía cuando algo lo contrariaba.

Comentario

Empiezan a definirse los personajes y sus características particulares, que cada uno de los protagonistas enlaza dentro de sí. El mal de ojo que siempre intenta incorporar en los diálogos de doña Bárbara, las trampas, tanto en palabras como en hechos, junto a una ambición desmesurada de enriquecerse que tiene en cada momento Balbino Paiba, su amante descarado y un aprovechado incuestionable.

También se advierte en Melquíades el alma justa – sin descontar toda su maldad, que es mucha – la influencia sana que despierta con su proceder en su dueña y señora, por la que él siente placer en serle fiel en todos los actos y trabajos que ella le encomienda.

Se atisban los derroteros por donde circulara la encrucijada de pasiones y procedimientos, sin perder la potestad que en todo momento será la madre de los acontecimientos, en que circule la avaricia, el terror, la caciquería, compaginado con algunos recuerdos que a veces dan un poco de alternativa a la alegría o a menos podredumbre:

…Lejos, en el profundo silencio se oía el bronco mugido de los raudales de Atures… De pronto cantó el yacabó.

Capítulo VII. El familiar

Sinopsis

Traducido el título de este capítulo a la realidad, se trata con este nombre el menester de que cuando se funda una hacienda, se entierra viva una bestia para que guarezca de todo mal y para crear todo tipo de bienes, delante mismo donde se construye el corral. Siempre siguiendo una antigua superstición:

…El de Altamira era un toro araguato que, según la tradición, enterró don Evarista Luzardo en la puerta de la majada, y decíanle también El Cotizudo por atribuírsele grandes pezuñas de toro viejo, vueltas flecos, como cotizas deshilachadas.

En la tertulia nocturna, que comenta todas las vicisitudes de este acto de brujería y todas las consecuencias y apariciones del Cotizudo, se fundamentaba, según cada uno de ellos, en los momentos cruciales con todo su entramado de situaciones en bien para unos y en mal para otros.

Después de muchos años sin aparecer por Altamira, desde el momento de la muerte de don José, no había vuelto hasta la noche de la llegada de Santos Luzardo. La tanda de parlanchines eran, Carmelito – el que hablaba menos – María Nieves que se agrupó en sus teorías con Venancio y por otra parte estaban El Pajarote y Antonio. Algunos exponían su incredulidad en la presencia del Familiar o del Cotizudo, que eran las dos denominaciones de la aparición del animal enterrado vivo, para resolver situaciones comprometidas o cuidar de que en alguna ocasión no hicieran el daño que estaba previsto debían realizar.

Todo se reduce a creer que la presencia en los llanos de Altamira del Cotizudo, es una seria advertencia para doña Bárbara y además un signo de la llegada de su fin, ya que con Santos Luzardo ha terminado su mandato, tanto de brujerías como de robatorios y demás delitos.

Cuando deciden irse a dormir, todos piensan que el revuelo que cada día presienten que se oye, no es otro que los espasmos del Familiar, este busca las desgracias a las que doña Bárbara está destinada para que recaigan encima de ella.

Comentario

La brujería se adueñó hace años de Altamira y de casi toda América, en especial en los lugares donde la falta de unos criterios que enaltezcan la cultura del pueblo, es donde se cuecen toda esta trama de creencias y desdichas que contraen las malas situaciones. El pueblo, aún en muchas partes, no solamente tiene adicción a estos sistemas sino que los alienta y los defiende.

La zona de Altamira no fue una excepción muy bien definida por parte de Rómulo Gallegos, en este capítulo lo cuenta con pelos y señales y deja bien claro cómo puede una terrible barbaridad, como es enterrar un animal vivo en el corral de una nueva hacienda, hacer que acrecienten o disminuyan los males que se han de ejercer sobre sus habitantes.

Podemos decir que es un comentario adecuado y concreto, el cual nos explica tajantemente cómo y de qué manera se sustentan todas estas creencias, que más bien son dañinas que beneficiosas.

Capítulo VIII. La doma

Sinopsis

La llanura es bella y terrible a la vez, en ella caben, holgadamente, hermosa vida y muerte atroz. Ésta acecha por todas partes; pero allí nadie la tema. El Llano asusta; pero el miedo del Llano no enfría el corazón; es caliente como el gran viento de soleada inmensidad, como la fiebre de sus esteros.

Todo empieza a bullir. Aún no ha salido el sol y todos ya van preparándose para la faena. En esta ocasión todo son nervios para ver cómo funciona el amo recién llegado de tierra afuera.

Le preparan un caballo para Santos. Pajarote le escoge un «alazano tostao». Todos se asombran de su osadía. Cuando va a prepararlo, Santos le dice que él lo montará en principio y que él mismo lo preparará.

Pero en esto que llega a las caballerizas un individuo que se las tiene con Antonio en materia de caballos y precisamente del caballo aquel al que estaban colocándole riendas y tiros para Luzardo.

Como que éste ve que la cosa se encabrita y pierden la razón, Balbino Paiba, el mayordomo, contra Antonio, avalado por la amistad que le une con el dueño de la alquería, Santos Luzardo se acerca a los hombres y les recrimina su actitud. El mayordomo le contesta con cierto desdén:

Que este hombre se me ha insolentado.

¿Y usted quién es? – inquirió Luzardo, como si ni sospechase quien pudiera ser.

Balbino Paiba. Para servirle.

¡Ah! – exclamó Santos continuando la ficción – ¿Con que es usted el mayordomo? A buena hora se presenta y llega buscando pendencia en vez de venir a presentarme sus excusas por no haber estado aquí anoche, como era su deber.

Después de este enfrentamiento entre el patrón y su mayordomo, el amante de doña Bárbara, ensillaron el alazano tostado y cuando sus ayudantes querían amaestrarlo, Santos se negó ordenando que sería él mismo quien lo hiciera. Con una destreza y habilidad que sorprendió a propios y extraños, demostró que podía con dignidad dirigir a toda aquella gente.

Hasta Carmelito, el más escéptico en las posibilidades de Santos Luzardo, no puede menos que murmurar:

Me equivoqué con el hombre.

Comentario

Es una demostración de fuerza y poderío la que realiza Santos y al salir a toda velocidad con el potranco dominado lo que hace es convencer a todos de que él sí puede y debe ser quien defienda a la comunidad de Altamira de las pretensiones de doña Bárbara.

En su primera actuación se pone a toda su gente en el bolsillo, no solamente por haber coronado un trabajo sólo apto para puros llaneros, si no por haberse atrevido a despachar de la propiedad al nefasto mayordomo, jugador a todas la cartas perdedoras para Altamira y defensoras de sí mismo y de retruque para doña Bárbara.

Capítulo IX. La esfinge de la sabana

Sinopsis

Breve capítulo para demostrar que la llegada de Santos Luzardo a Altamira ha producido impacto. De regreso a su nuevo hogar Balbino se encuentra con los Mondragones desesperados, porque han recibido orden de doña Bárbara de restaurar y reintegrar la finca El Miedo a la posición que le habían otorgado los jueces.

La política de esta bribona era conseguir con corrupción nuevos lindes a la casa de Macanilla. Si los jueces determinaban que su posteadura era un límite determinado, ella ordenaba que se fuera cambiando por las noches finca y lindes para que nadie protestara y adquirir de esta forma más terreno. Cuando ya llevaba corrida la finca más de media legua ordenó a los Mondragones, cosa que molestó a éstos, que en una noche la volvieron a su antigua situación.

Balbino les dijo que de momento era él quien daba órdenes y que no hicieran nada ya que resolvería el problema. Se acercó hasta las dependencias de doña Bárbara, le preguntó que pasaba y ella le ordenó que sin discusión se realizaran sus órdenes. Balbino un tanto perplejo le dice que los Mondragones no podrían hacerlo en una sola noche por sí solos.

Que se lleven la gente que sea necesaria; pero que mañana aparezca todo donde estaba antes.

Se aceptaron todas las órdenes y Balbino una vez más hizo el ridículo. Quiso indagar las razones de este brusco cambio de ideas y de sí era por la llegada del imbécil de Caracas a lo que doña Bárbara le atajó:

Dios libre al que se atreva contra Santos Luzardo. Este hombre me pertenece.

Comentario

Nadie interpretó la razón primordial de su nueva postura. Rómulo Gallegos juega en este capítulo con el ardid de quedarse con toda la Altamira y prepara el terreno para llevar a cabo un maquiavélico plan que deje fuera de terreno a Santos Luzardo, de la misma manera que actuó doña Bárbara con Lorenzo Barquero, primo de Santos.

Capítulo X. El espectro de La Barquereña

Sinopsis

Santos Luzardo busca a su primo Lorenzo Barquero en el lugar donde sabe que se refugió. La búsqueda no es nada fácil hasta que no encuentra a una muchacha llena de harapos, sucia y desangelada. Le pregunta si sabía dónde vivía Lorenzo y ella le señaló un tejado que desde allí se divisaba como el lugar adecuado.

Se fue para la vivienda que la muchacha le había indicado y encontró un habitáculo miserable mitad caney y mitad choza. Allí había el hombre que buscaba, macilento, delgado, brutalmente borracho y hecho una piltrafa humana. El viejo de cuarenta años le pregunta qué buscaba por aquellos parajes.

Santos Luzardo le contó quien era y que venía a ofrecerle su amistad. Él lo dudó porque no era posible que un Luzardo fuera a visitar a un Barquero. Se intercambiaron recuerdos, mientras Lorenzo continuaba bebiendo sin parar directamente del garrafón. Los recuerdos lo aligeraron de su podredumbre y empezó a hablar con más claridad a pesar de que la borrachera iba en aumento.

Le aconsejó a Santos que no se fiara del centauro ya que era una realidad, no eran brujerías. Que fuera con cuidado pues donde menos se espera salta el león. Hablaron de su hija y Santos le dijo que iría a saludarle a menudo, ya a punto de caerse de la pura borrachera le dijo:

¡Santos Luzardo! ¡Mirate en mí! ¡Esta tierra no perdona!

Comentario

Nos demuestra la obra que es lo que consigue la devoradora de hombres, convertir en una piltrafa lo que era un hombre admirado, no sólo por su gente sino por la propia cultura del país. Era un sabio y doña Bárbara lo ha convertido en el ser más ruin y dantesco de El Miedo. Y no sólo paga él las culpas sino que ha hecho partícipe de sus desengaños y traiciones a su propia hija:

…Era una muchacha, desgreñada y cubierta de inmundos harapos, que portaba un haz de leña sobre la cabeza y trataba de ocultarse detrás de una palmera.

Capítulo XI. La bella durmiente

Sinopsis

El más poético de los capítulos que hasta ahora hemos comentado. Santos Luzardo se ha sentido humano y cariñoso con la hija de Lorenzo a la que ha encontrado al salir del rancho de su padre. Marisela estaba soñando encima de un arenal cuando acertó a pasar el primo Santos.

Él la contempló a placer y adivinó que era una belleza de cuerpo, sólo le faltaba ver su rostro. Su caballo relinchó y la muchacha despertó de sus sueños. Se intercambian frases banales y el sólo insiste en verle el rostro ya que su cuerpo lo ha podido contemplar a gusto:

…Bajo los delgados y grasientos harapos que se le adherían al cuerpo, la curva de la espalda y las líneas de las caderas y de los muslos eran de una belleza estatuaria…

Él continuó alabándole su belleza y conforme iba acostumbrando su vista a aquella belleza en bruto llegó hasta portarla a una charca cercana de fría y limpia agua. Le enseño como era posible lavarse y estar con sólo el fruto de la lluvia en contacto con el cuerpo para sentirse otra persona.

Se despidieron. Alegre ella por aquel contacto con la vida, empieza a soñar con el cambio que ha sufrido su cotidiano deambular como una fierecilla salvaje, por entre las chamizas silvestres y los haces de bejucos. Le da la sensación que ha nacido aquel mismo día.

Comentario

Los dos se han transportado mutuamente a un sueño desigual, ella, Marisela, ha salido de pronto de su salvaje y brutal convivir con la brusca naturaleza y él que ve la posibilidad de conducir a buen camino a aquella bella durmiente de los páramos truculentos.

Satisfecho está, por haber podido conseguir hacer el milagro de convertir a una salvaje beldad e inculcarle el buen camino de la belleza, y si es posible el amor, no solamente corporal sino del buen vivir con armonía y bienestar en la sociedad. Hacerle comprender que no todo es malo, ni todo demasiado bueno, es como nos lo cuenta Rómulo Gallegos:

…El cántaro del pozo sube y baja sin descanso, y el agua subterránea que no conocía la luz corre encandilada por el núbil cuerpo desnudo.

Capítulo XII. Algún día será verdad

Sinopsis

Un diálogo entre Antonio y Santos en plena naturaleza y frente a Macanilla. Hablan de la posibilidad de cercar los hatos para ir acoplando el ganado natural dentro de sus terrenos. Esto llevará a que no puedan entrar dentro del hato de cada propiedad los otros ganaderos, para recoger el ganado que por ley de vida le pertenece al que lo pastorea.

De momento, Santos quiere consultar documentación y leyes y no quiere adelantarse sin que la ley le ampare. Al día siguiente inspeccionan otras zonas, siempre dentro de la finca, cuando llegan a la cumbre de la altiplanicie su peón, Antonio, le hace una señal de silencio haciendo de sus manos el portador de un descomunal grito que barrenó en el silencio de la noche.

Sin casi darse cuenta bramó en aquel silencio en que se había masticado un rumor. Crecía por todo el amplio espacio que se dominaba desde lo alto del monte donde estaban y un rebaño de muchísimos miles de piezas retembló bajo el tropel de aquellas manadas de orejanos salvajes, que en tropel se esparcían con su trote desbaratado:

– ¡Escuche! – exclamó el peón –. Estos son millares y millares de orejanos que no conocen al hombre. Hace más de siete años que no entran caballos en este paño de sabana. Y esto que está oyendo es nada comparado con otras cimarroneras que hay más adentro, hacia el Cunaviche.

Para arreglar todo esto a base de leyes, pensó Santos Luzardo, hay que cambiar el sistema de vida del llanero. Él lo quiere todo a sus anchas, sin cercas ni vallas que le cercenen su libertad de acción. Al propio tiempo que hay que pensar en el ferrocarril, que más pronto o más tarde ha de pasar por aquí:

– Algún día será verdad. El progreso penetrará en la llanura y la barbarie retrocederá vencida.

Comentario

Poco se puede argumentar en este periplo. Es una exposición de presente y valorización de cercano futuro, para trabajar de acuerdo a lo que ordena y manda el progreso. Esperaremos como se defiende el llanero ante el cúmulo de adversidades que le abrirá el futuro del ferrocarril.

Capítulo XIII. Los derechos de «Míster Peligro»

Sinopsis

Nos encontramos ante la presentación del último personaje. Se trata de Guillermo Danger y al que todos conocen por Míster Peligro. Lo encontramos de visita con doña Bárbara y don Apolinar para celebrar la apertura de un corral en las tierras, de la masa de músculos y piel roja, que es Danger.

Doña Bárbara les propone ir a colocar El familiar, solamente ellos tres, frente al mencionado establo. Pondrán vivo un caballo viejo en la zanja que ya han abierto los peones.

Cuando empiezan a tirar la arena sobre el animal y ante un empujón que le propina Bárbara a don Apolinar, el hombre queda clavado en el interior de hoyo, Danger observa que está muerto:

No lo compadezca, don Guillermo. Él también me tenía sentenciada. Yo lo que he hecho es andarle adelante.

Pactan silencio a cambio de otras combinaciones. Cuando el americano llegó a su casa se le presentó Santos Luzardo y sostuvieron una corta discusión sobre si podía o no tapar el boquerón de Corozalito.

Míster Peligro le dice que tiene papeles los cuales, demuestran que él no puede hacerlo ya que ha comprado los terrenos a su primo Lorenzo Barquero y le enseña la documentación con una firma que él está seguro que no es la de su primo. Ya se averiguará.

Sale de la casa de Danger y se dirige a la de Lorenzo, lo encuentra en situación de delirium tremens por la borrachera que tiene. Cuando siente que es imposible restablecerlo y mucho menos hacerle preguntas y no ve por los alrededores a su hija, decide marcharse. Pero en el umbral de la puerta se encuentra a míster Peligro que le está observando, tienen entre sí unas palabras y aparece Marisela.

Toda ella ha dado un cambio. Va limpia, aseada, con ropa que le había mandado Santos. Observa de paso que incluso la cabaña está mucho más limpia, nota Santos que todo ello es obra de sus palabras con la niña.

Ésta, al comprobar que se encuentra en la cabaña Danger, se dirige hacia él con ánimo de volverle a sacudir un arañazo. Al verla se enfada y le dice que él tiene todo el derecho del mundo ya que la ha comprado a su padre. Observad que Santos debe de actuar porque la cosa se pone fea para la muchacha:

Ya es demasiado – exclamó sin poder contenerse – Le emborracha usted al padre, le despoja de su patrimonio y por añadidura no tiene usted delicadez para tratarla.

Se discuten nuevamente, en esta ocasión, por razones de los derechos del uno y del otro sobre Lorenzo Barquero y su hija. Muy enfadado Danger sale de la cabaña recordándole que debe de conocer bien sus derechos antes de hablar.

Pronto sabrá, se dice Santos a sí mismo, si los conozco y si sabré defenderlos:

…Y decidió llevarse consigo a Lorenzo y a su hija, para librarlos de la humillación tutelar del extranjero.

Comentario

Ya casi todo se ha explicado en la sinopsis. No hay cambios de actitudes ni de situaciones, aunque sí se complican las cosas en esta lucha entre la bondad y la maldad.

En cambio, doña Bárbara y todos sus lacayos siempre están metidos en sus berenjenales, sus trapisondas y toda clase de absurdas defensas de lo indefendible. Veremos como el autor, en todo este entramado de verdades y mentiras, las va resolviendo. Por todo el dramatismo que se adivina no sólo en los acontecimientos que hemos presenciado, sino por las características de la tierra y sus pobladores no puede responder a otra situación que a la tragedia.

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